El físico Martin Rees y el matemático John Barrow, dos respetados científicos británicos, se preguntan si toda la materia y la inteligencia, tal como las conocemos, no son sino la creación de una mega-supercomputadora que se encuentra en alguna parte del Universo. "Hace algunas décadas, las computadoras sólo podían simular modelos muy simples. Ahora pueden crear mundos virtuales con muchísimos detalles", declaró Rees a la AFP.
Martin, un astrónomo que trabaja en la prestigiosa Universidad de Cambridge, se atreve a ir más lejos en estas elucubraciones y se pregunta si podríamos estar en una simulación semejante. En ese caso, el universo no lo comprendería todo, sino tan sólo una parte de un conjunto que Rees y Barrow llaman el 'multiverso'.
Barrow, otro profesor de Cambridge, sostiene en un artículo académico que durante mucho tiempo se supo que una civilización ligeramente más avanzada que la nuestra podría simular "universos en los cuales entidades conscientes podían surgir y comunicarse entre ellas".
En una sociedad mucho más experta en informática y con una tecnología mucho más avanzada, "en lugar de limitarse a simular su clima o la formación de galaxias, como hacemos nosotros, ellos podrían ir más lejos y observar el surgimiento de estrellas y sistemas planetarios", sostuvo.
"Luego, una vez que incorporaran las reglas de la bioquímica en sus simulaciones astronómicas, serían capaces de observar la evolución de la vida y la consciencia", agregó. Los dueños de las máquinas del universo podrían "observar el crecimiento de las civilizaciones y comunicarse entre sí, discutir sobre si existe un Gran Programador en el Cielo que podría intervenir según su voluntad, desafiando las leyes de la naturaleza que se observan habitualmente", insistió Barrow.
La teoría de los dos científicos de Cambridge no cuenta con mucho respaldo entre sus pares. Seth Lloyd, profesor de ingeniería mecánica cuántica en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), subrayó que una simulación semejante requeriría una computadora tan grande que la imaginación no llega a concebirla.